La calle del mercado huele ausencia,
existen restos de una alegría en los pasillos,
aun se puede observar la pintura original del mural de Aura
cuando en la universidad su proyecto fue plasmar el amor a la naturaleza
y termino retratando el paisaje de una playa con su pareja de ese momento
Alonso.
Compañero de guerras.
Activista del ocio y un excelente guardián de chismes políticos que le costaron
más de un ultimátum, disparos en el pie y hasta la fecha su brazo lacerado carga un diario
con sus ideas mundanas de un sueño llamado democracia.
Compre en la tienda de Robeco un reloj casi nuevo,
casi original, casi completo.
Maldito setentero tocado,
me estafo mi plata por un pedazo de mierda cobrizo.
Como puedo enojarme con el señor que me presento la palabrería.
¿Como puedo compensar el tiempo que estuve casado con su hija?
Martha tenia un velo dorado de cabello que podría ser el mismo oro
el que se pareciera a uno de sus rizos.
Nadie como ella podía preparar un guisado y un postre en finos quince minutos
y tenerte satisfecho por veinticuatro horas.
Como extraño sus zapatillas,
sus pies volando en el rechino de un mortal pedazo de duela vieja.
Ella controlaba con una mirada la misma tierra
y el viento dispersaba su perfume para ahuyentar la plaga de su jardín de flores.
Gracias a ella encontré en los libros de poesía un significado real de mi vida.
Pudo expresar un te amo y te deseo en el parque central,
Mejor que mis guiños y caricias prematuras por su mejilla.
Como extraño sus regaños,
Me gritaba enérgicamente un celo por el tiempo que dedicaba al trabajo
Que hasta llego a soñar que la dejaría para siempre y me iría a vivir a mi taller de muebles.
Confesó en murmullos a los gavilanes que tenia inseguridad de mi segura sonrisa,
confesó también que mi cabello le atrajo por el color oscuro y las canas disimulaban ideas nuevas en ese farol. Confeso a los gavilanes que un día, si ella no estuviera en mi vida... Atacaría mi taller desde ultratumba para que jamás tocara la madera con las manos que la excitan a ella.
Martha era una mujer,
Fue la niña que robo mis dulces en la primaria,
Se metía a la boca el puñado de colores chicles gigantes y azúcar que de niños todos queremos
para subsistir y compartía nada.
Era juego de niñas y niños.
Ella provoco el primer beso
y siempre fue ella mi primer y ultimo beso dulce.
Desaprobé un guion que ella escribió en su maquina de escribir.
Hablaba de una historia que no conocía,
una historia de príncipes y doncellas que jamas me gusto.
¡LA ABORRECÍA!
Ella era un persona de esa historia y siempre se ponía el personaje de la mas fea,
de la mas torpe y la que menos capítulos tenia en su historia.
Así como ella era de insegura,
Yo aseguraba que ella escribía eso porque no le gustaba vivir en un techo de solo cuatro paredes.
Yo me culpe demasiadas veces no ser aristócrata y privilegiar a su reinado lo que necesitaba.
Me mato.
Ella era apasionada con sus novelas,
Contó una historia tan trágica en el quiosco de la plaza.
Ella hizo llorar a hombres, ancianos y niños recién nacidos.
Yo me enamoré de su pasión,
Me enamoré de su altura,
Su alma era pura.
Era un ave libre y libre siempre fue...
Hasta que la locura de no entender que faltaba en su pecho.
Fue que yo nunca pude confesar.
Que sus cuentos me los leía ella,
Que yo nunca pude escribir ni una carta sin pedir corrección a los vecinos,
Contar de un taller donde la madera era lo que yo quisiera hacer
y no los pedidos de muebles que el pueblo necesitaba.
Ella nunca entendió que ella si era inteligente
Y que yo.
De corazón.
Calle demasiadas oraciones.
Hasta su muerte.
Martha era una mujer que siempre supo lo que yo no podía entender.